LA AUTOBIOGRAFÍA: TALLER DE REDACCIÓN Y “ASSESSMENT” PERSONAL

En 1987, cuando enseñaba el curso de Español 122 (Comunicación Oral y Escrita II), les pedí a los estudiantes que redactaran una monografía. Era la costumbre del Departamento, y como yo acababa de llegar a la universidad, decidí hacer lo mismo en la clase. Antes de darles la asignación, se les enseñaban los procedimientos para escribir este tipo de trabajo. Una estudiante de segundo año de Biología me anunció que su proyecto me encantaría porque trataba de un tema del cual yo había hablado en la clase. Curioso por su comentario, le pregunté de qué trataba. No quiso decirme, y yo había cometido el error de no exigir que me propusieran el tema antes de redactar el trabajo. Así que tuve que esperar a que me lo entregara. Tan pronto obtuve los trabajos, el primero que miré fue el de ella, pues la muchacha se encargó de que yo no olvidara el detalle de que ella había escrito sobre algo que me seduciría. Cuando lo miré, lo primero que me espantó fue el título: “El surrealismo y la búsqueda de la identidad en los cuentos de Julio Cortázar.” Al buscar la bibliografía, que constaba de dos páginas, encontré un título exactamente igual al de su monografía. La llamé para hablar con ella sobre el asunto, y después de preguntarle quién era Cortázar, dónde había nacido y qué libros suyos ella había usado para el ensayo, decidí conversar sobre aquello que tenía delante de mí. La estudiante no sabía quién era el escritor que había elegido para escribir sobre él, cuál era su nacionalidad y ni siquiera había leído alguno de sus cuentos. Cuando le inquirí sobre su proceso para redactar aquel trabajo, me dijo con la candidez más divina que ella pensaba que de eso se trataba hacer una monografía, de buscar información sobre un tema y volcarlo en las páginas. La idea del plagio ni se le pasó por la mente. Ni siquiera pensó que lo que ella había hecho constituía un delito, pues había vertido las palabras tal y cual las había encontrado en el artículo sobre el mismo tema y con el mismo título. Esta anécdota muestra el nivel en el que se encuentran muchos de nuestros/as estudiantes con respecto al proceso de escribir. Sé que hay muchos/as maestros/as que entienden que redactar una monografía puede ser un método apropiado para enseñarles el proceso de la redacción. Puede serlo, pero en este caso, lleva demasiado trabajo, porque se parece un tanto al proceso de una tesis o una tesina. Otros profesores/as enseñan a escribir desde el punto de vista del resultado. Es decir, les enseñan una teoría, y luego los mandan a componer un texto que aplique eso. Al calificar, se enfocan en aspectos que no tienen mucho que ver con lo que han asignado: la ortografía, la gramática en general. Surgen de ahí entonces los juicios de que los estudiantes “no saben escribir”, “no pueden redactar.” Prefiero el enseñar a escribir por procesos, como lo han evidenciado varios pedagogos de la redacción desde los 70 hasta el presente. Tanto Peter Elbow (Writing Without Teachers) como Linda Flower (Problem-Solving Strategies for Writers) y Daniel Cassany (Describir el escribir), recomiendan esta tendencia. En esta estrategia, el maestro/a funge como una especie de moderador, o de director de tesis que va guiando al/la estudiante por una serie de pasos para lograr que su escrito mejore con diferentes versiones. Es lo mismo que se hace cuando escribimos una disertación doctoral. En ese proceso, el/la estudiante va aprendiendo sobre sus errores de redacción y los mejora con la ayuda del mentor/a. A partir de esa experiencia, decidí entonces que no pediría nunca más una monografía a estudiantes de primero y segundo año de universidad. Ese tipo de texto lo dejé, con algunas reservas, por supuesto, para los/as estudiantes de especialidad y para los de maestría. Para el propósito de enseñar el proceso, utilizo la autobiografía, que me permite supervisar varios aspectos de la enseñanza de la redacción. Asimismo, los/as estudiantes aprenden a ver el escribir como el resultado de ese proceso al que aludimos anteriormente. La autobiografía responde al principio de “escribe sobre lo que sabes.” El estudiantado se siente cómodo porque la información que va a suplir sale de sí mismo, no de una investigación que poco o nada tiene que ver con su vida. Trato de incluir en este texto todos los modos discursivos para que los entiendan a la hora de componer otros escritos. Lo primero que hago en el salón de clases es anunciarles que escribiremos este documento. Y les digo de qué se trata. La autobiografía se compone de: 1) un párrafo introductorio, 2) una anécdota curiosa sobre su nacimiento y otras sobre su adolescencia, 3) unas descripciones objetiva y subjetiva propias, de sus padres, de sus abuelos y bisabuelos, 4) una explicación de la cultura de la que procede, 5) una argumentación sobre alguna creencia (social, política, espiritual), 6) una conclusión que resuma su personalidad y en la que expliquen qué aprendieron en este proceso: tanto de escribir como de su propia vida. Antes de pasar al párrafo introductorio, hago que los estudiantes borroneen un tejido de ideas sobre su familia. De esta manera los acerco al concepto de generación de ideas, y trato de quitarles las ideas preconcebidas que tienen sobre el proceso de redacción. Tres mitos que trato de sacar de sus cabezas son 1) que el escritor nace con un don, 2) que sabe mucha gramática y que no comete faltas de ortografía y 3) que se necesita inspiración para escribir. Además les hablo de la finalidad de un escrito y de cómo hay que plantearse un público lector para cualquier cosa que escribamos. El párrafo introductorio sirve para enseñar esta estrategia. Se compone de los siguientes elementos: 1) tesis (¿De que voy a hablar en este ensayo?), 2) planteamiento que resuma su descripción física y sicológica, 3) adelanto sobre la anécdota curiosa del nacimiento 4) descripción en una oración de sus padres, abuelos y bisabuelos 5) narración en una oración de cómo fue su adolescencia 6) resumen en una oración de la cultura de la que procede 7) esbozo de una creencia que profese. Todos estos elementos se prestan para la pedagogía del párrafo. Les planteo que el párrafo introductorio funge como un microcosmos del texto completo. Un buen redactor tiene que producir como una especie de “abstract” o compendio en este párrafo. Y, por supuesto, la tesis debe ser el extracto del ensayo en una sola oración. Para ellos, el proceso de construir la tesis suele ser el más difícil porque no conciben cómo se puede problematizar su existencia. Se producen en el salón situaciones curiosas porque esto no sólo sucede con la oración tesis de la autobiografía sino con otras que ejecutamos como ejercicios de práctica. Algo que he sacado en claro de estos ejercicios para producir las tesis de práctica es que en la mayoría de los casos el estudiantado no delimita el tema que se le propone. En su lugar, brinca de la palabra que se le ha asignado para practicar, a la tesis, y esto a su vez da como resultado el que salgan oraciones extremadamente abstractas y clisés, siempre con “ser” como verbo principal. Con una palabra como “muerte” he tenido algunas oraciones como “La muerte es el fin de la vida.” Con palabras como “enfermedad” planteamientos como “La enfermedad es la falta de salud.” No obstante, he descubierto asimismo que esos resultados no provienen de la falta de inteligencia, sino más bien de la pereza. Al decirles que por cada verbo “ser” se les quita un punto en la tesis final, los “es”, “fueron”, “son” desaparecen como por ensalmo. Finalmente, con la tesis logramos sintetizar de lo que va a tratar el escrito. Lo mismo hacemos con todos los elementos que componen el párrafo introductorio. Este párrafo se podría componer al final de la autobiografía, como hacemos con la introducción de una tesis doctoral, pero la práctica logra también otro efecto. García Márquez, en su entrevista con el periodista español Manuel Fernández Brasso (La soledad de García Márquez), dice que siempre que uno escribe debe tener en mente cómo va a empezar y cómo va a terminar. Aunque en el camino se cambie parte de lo que se escribe, esa meta que se traza desde el principio se convierte en un faro que te guía concienzudamente hasta la consecución del objetivo. Viendo el párrafo como una anticipación de lo que van a escribir, los/as estudiantes pueden prever cómo va a terminar su escrito. Esto ayuda a que no se bloqueen en el proceso. Después de estudiar el párrafo y sus componentes, pasamos entonces a la anécdota sobre su nacimiento y sobre su adolescencia. Este estadio del escrito me permite hablar sobre el discurso de la narración. Para mí, este resulta el modo discursivo más accesible a los estudiantes, porque como decía Horacio Quiroga, la naturaleza del ser humano es contar. Contamos de todo, chistes, películas, espectáculos, chismes. Vamos viendo cómo mucha gente vive de contar, como los comediantes, los periodistas, los abogados en su sección narrativa, los sicólogos, los trabajadores sociales, aparte de los escritores de profesión. Empiezo por crearles conciencia de que podemos mejorar mucho como narradores/as si entendemos apropiadamente sus elementos constitutivos como las fuentes, la acción con un conflicto central, el punto de vista, los personajes y el lenguaje. Antes de pasar a escribir, explico un poco los conceptos y hasta les narro un cuento de algo que pasó en mi vida real y que yo convertí luego en literatura. Estudiamos todos esos elementos concienzudamente, y luego escriben esa parte de su vida. Lo interesante del caso es que tienen que ir a investigar eventos de su vida pasada que algunos incluso no saben. Para este efecto, les suministro un cuestionario que los guíe a la hora de comenzar su búsqueda. Este mismo cuestionario los auxilia en esquematizar la sección narrativa. Las preguntas para ese estadio son las siguientes: 1) contar cómo fue su nacimiento. Esto incluye unas secciones como éstas: a) cómo se conocieron sus padres, b) cómo se comprometieron, c) cómo se desarrolló la boda de sus progenitores, d) cómo se enteró su madre de que estaba embarazada, e) cómo fue su nacimiento (fecha, hora, hospital, peso y longitud), f) cómo lo/a llevaron a su casa. Las anécdotas proliferan, y en muchas ocasiones nos reímos a carcajadas por las ocurrencias que se presentan. La segunda parte de este estadio de la narración se refiere a la niñez y la adolescencia. Asimismo en esta sección narramos anécdotas. Primero, anécdotas curiosas de la niñez. Algunas sobresalen en mi cabeza. Recuerdo una que me contó una estudiante de 27 años. Su madre decidió celebrarle su cuarto cumpleaños. Invitó a mucha gente, pero como siempre pasa, el cumpleaños de niños se convirtió en la fiesta de adultos. La madre, además de los consabidos refrescos, dulces y demás confitería para la celebración, compró cervezas para los adultos. En un momento dado, la homenajeada desapareció del mapa. Nadie la encontraba por ninguna parte. Como una hora después de haber notado su desaparición, la encontraron boca arriba tirada en la grama, casi inconsciente, con dos latas pequeñas de cerveza a su lado. Otro muchacho nos contó que cuando tenía como ocho años, su pasatiempo favorito era ir a casa de su abuela, y orinar en los zapatos que ella tenía en el clóset. También le encantaba esperar que la abuelita bañara al perro para orinarse encima de él. Además de esas anécdotas curiosas, les pido que hablen en esta parte de las enfermedades que pasaron cuando eran niños o adolescentes. Otro espacio muy bueno para que ellos escriban resulta ser el del primer día en la escuela. Este evento lo asocian con pequeños traumas, como cuando recuerdan que ese día no querían que su madre se fuera, o lo mucho que lloraron cuando ella los dejó allí y se fue. No obstante, los momentos felices de la escuela florecen inmediatamente cuando a su mente llegan las graduaciones, las premiaciones, las actividades extracurriculares. Y suspiran cuando les digo que traigan a su memoria el primer amor, el primer beso. Se entristecen al recordar la primera desilusión amorosa. Creo que esta parte es la que más disfrutan, porque empiezan a notar cómo la vida puede ser materia para escribir. Los cuentos que salen de su propia experiencia los hacen sentir como redactores más maduros, y es que escribir sobre lo que se sabe ayuda mucho a que el discurso fluya. Muchas veces antes de empezar a escribir, les relato la historia de Lois Duncan, que ella narra en How to Write Your Life Experiences and Sell Them. Cuenta la escritora que cuando tenía como 13 años le encantaba escribir cuentos. Se pasaba los días enteros borroneando historias en cuadernos que llenaba. Los enviaba a las revistas, y siempre le respondían que no se lo podían publicar por razones que miradas a la distancia, eran más excusas que otra cosa: “Buen esfuerzo,” “trata otra vez,” “ya tenemos escritos con ese tema.” Los rechazos se sucedían una y otra vez. Su padre, al ver su vocación literaria, invitó a su casa a un escritor que conoció y que había publicado varias novelas. Le pidió a la muchacha que le trajera al invitado alguno de sus cuentos para que éste le diera su opinión y la instruyera en el arte de la redacción creativa. Ella le entregó un cuento, que el escritor leyó con una cara hierática. Al finalizar dijo: “Esto es una mierda.” El padre de Lois Duncan quedó perplejo ante el comentario, y pensó en el daño que le había hecho a su hija al traer a aquel hombre a su casa. El escritor la miró y le preguntó: “¿Cuántas veces te has casado?” La niña lo miró y le dijo que ninguna. Entonces el hombre le cuestionó: “¿Entonces por qué escribes sobre el matrimonio? Una sola lección tengo para ti: escribe sobre lo que sabes.” Y se marchó de la casa. Ella corrió a esconderse en su cuarto tras aquella vergüenza, mientras el papá tocaba a su puerta para decirle lo apenado que se sentía por todo aquel mal rato que le había hecho pasar. Ella no le abrió la puerta, pero se puso a pensar en lo que aquel escritor le había dicho. Se dio cuenta de que ella tenía un problema bastante grande: estaba sobrepeso y eso la hacía sentirse mal, porque en la escuela la molestaban. Se sentó y escribió un cuento sobre una niña gruesa que se enfrenta a ese problema. Lo revisó y lo envió a la revista Seventeen. Dos semanas después recibió a vuelta de correo un sobre con un cheque por diecisiete dólares. Ésa fue su primera publicación. La lección es clara. Por eso la autobiografía funciona de esa manera. En algunos casos les pido asimismo que tracen una genealogía, empezando por sus padres y terminando por sus bisabuelos. Muchos de ellos sólo llegan hasta los abuelos, porque saben muy poco de sus bisabuelos. Yo les insisto en que traten de averiguar sobre ellos, de manera que sepan algo más sobre sus vidas. Esta parte también trae anécdotas curiosas. El segundo discurso que estudio en nuestro curso de redacción es la descripción. Empiezo por decirles que la descripción se basa en la pregunta ¿cómo es algo o alguien? Y les muestro cómo este modo discursivo es espacial, se rige por elementos que van desde decir “arriba,” “a la derecha,” hasta “tres pies debajo de la tierra.” Para mostrar al estudiantado la mejor forma de describir, les enseño que existen dos tipos de descripción: la objetiva y la subjetiva, y les comento la diferencia. Es fácil comprobar este concepto en una descripción propia, de manera que el proceso comienza con escribir una descripción propia que sea objetiva. Discutimos ambos conceptos y llegamos a la conclusión de que la objetividad no existe, que lo que nosotros entendemos por objetivo es aquello que alguna otra persona ha dicho que es así. No obstante, esta parte del curso se presta para aprender la mejor forma de decir las cosas sin entrar en la emoción o el prejuicio. En este caso se estudian por adelantado los conceptos de hecho, inferencia y juicio. La descripción objetiva propia incluye los siguientes elementos: 1. Nombre, 2. edad o fecha de nacimiento, 3. color de ojos, 4. color de cabello, 5. tipo de ojo, 6. tipo de cabello, 7. color de piel, 8. nacionalidad, 9. condiciones extraordinarias, 10. Pasatiempos. Aunque el pasatiempo no es una cualidad de los seres humanos, les señalo que la escriban porque es algo que hacen consuetudinariamente, y de alguna manera los define. Tanto el color de ojos, como el color de cabellos y sus respectivos tipos se prestan para enseñarles los matices de los elementos que describen. El estudiantado, en ocasiones, no puede diferenciar entre un azul eléctrico y azul añil. Es decir, el discurso de la descripción nos ayuda a enseñar la precisión. Y también a enseñarles el valor del hecho frente a la inferencia o el juicio. También se aprecia cómo los seres humanos percibimos las cosas. Tuve una estudiante que al describir a su mejor amiga nos dijo que era “alta.” A renglón seguido nos dio el dato: medía 5’ 1”. Todos nos quedamos perplejos, pero ella nos aclaró: “es que yo mido 4’ 9”. A propósito de esto, también vemos las condiciones extraordinarias que un humano pueda poseer. Les explico que esto se refiere a condiciones limitantes o habilidades. Después los instruyo a hacer una descripción subjetiva propia. Ésta incluye: 1. carácter, 2. belleza, 3. inteligencia, 4. adaptabilidad social, 5. creencias o valores. Como nos podemos fijar, todas las categorías que se establecen en esta parte pertenecen al ámbito de la percepción. Los estudiantes me preguntan por categorías como la inteligencia. Aducen que la inteligencia se puede medir. Cuando les pregunto cómo, lo que sale siempre son las notas, el coeficiente intelectual (I.Q.). Nunca se les ocurre mencionar el sentido común (que como dice la gente, es el menos común de los sentidos). Aprovecho para discutir lo de las notas, y decirles que no necesariamente las notas reflejan a individuos con una inteligencia prodigiosa, mediocre o pésima. Les digo que reflejan a los individuos que muchas veces se apegaron o se desapegaron de los conceptos que les enseñaron los maestros/as. Tenemos personas como Paul McCartney y John Lennon, que son lo que llamamos hoy desertores escolares, y que figuran en la lista de gente con más distinciones en el mundo en todas las épocas. Sus notas reflejaban a muchachos díscolos, que no tenían la suficiente inteligencia para lograr nada. Einstein se sacó una F en química, y Azorín, el gran ideólogo de la Generación del 98 en España, fracasó una vez en literatura. Lo mismo sucede con la belleza. Estamos acostumbrados a una imagen de la belleza, el modelo griego, y por eso todo lo que se sale de ese marco, nos parece feo. Les hablo del concepto de la belleza a través de los siglos, y cómo en el Siglo de Oro, las mujeres gruesas, a diferencia del mundo moderno, eran los símbolos sexuales. Los insto a mirar el cuadro de la Maja desnuda, de Goya. El tercer discurso que exploro con ellos es la exposición, el modo discursivo de la explicación. En este caso debo hacer una distinción clara entre la exposición y la argumentación, dado el caso de que la última es asimismo un tipo de exposición. Les explico que mientras la exposición sólo habla de un concepto en términos de definición y explicación, la argumentación habla de un concepto para refutar o aceptar alguna premisa en referencia a él. Es decir, uno explica mientras el otro defiende. Para esta parte del curso utilizo un ejercicio que aparece en mi libro Manual de redacción, el cual pide lo siguiente: “Suponga que recibe una carta de un adulto joven de un país europeo que le escribe: ‘Yo sé lo que es ser joven, pero me gustaría saber qué es ser un joven puertorriqueño.’ Escriba una carta en la que responda a esta pregunta.” El ejercicio, que luego refinamos, arroja resultados muy interesantes. Primero que nada, la versión original esboza a un joven genérico que no le ilustra al joven europeo qué es ser puertorriqueño. Le aclara sólo una parte, los jóvenes puertorriqueños se parecen a los europeos. Entonces procedo a discutir con ellos los elementos de la cultura puertorriqueña que nos distinguen como una nación. Para esto, les paso la siguiente planilla en la que enumero aquellos factores que nos califican como habitantes de esta isla fascinante: 1. Fundadores (o elementos que configuran la cultura), 2. lengua, 3. religión mayoritaria, 4. costumbres y tradiciones, 5. comidas típicas, 6. bebidas típicas, 7. música típica, 8. bailes típicos, 9. Creencias (mitos, supersticiones, leyendas), 10. vestimenta. En realidad, la nueva versión de la carta se convierte en un ensayo que define nuestro carácter nacional. No los mando a investigar, porque caen nuevamente en el mismo problema, el plagio. Recuerdo que en una de las variantes de este ejercicio, decidí que cada uno escogiera un aspecto y lo delineara en una composición. Por supuesto, cuando regresaron y los leyeron en voz alta me di cuenta que todos estaban sacados de la Gran Enciclopedia de Puerto Rico. No obstante, hecho en el salón de clase, este ejercicio aclara en gran parte cómo se escribe un ensayo. Esto ayuda a pasar a la próxima parte, la argumentación. Entiendo que este modo discursivo resulta ser el más difícil para todo tipo de estudiante. Pero les indico que deben dominarlo por varias razones. Es el que más usarán en los exámenes, las monografías, las presentaciones orales, y seguramente en su vida profesional. Si quieren reconocer las verdades y las mentiras de los políticos, las falacias argumentativas de los abogados y abogadas, los prejuicios insertados en los libros de historia, las tomaduras de pelo de los anuncios de televisión, deben aprender a argumentar. Aquí se debe empezar por definir lo que es argumentar, para qué lo necesitamos, y luego pasar a ver cómo se construyen los argumentos válidos y los falaces. Una vez hecho esto, se puede practicar el modo discursivo de forma oral con un debate o algo parecido. Se toma un tema controversial, se hace un panel de estudiantes que refuten o acepten el tema, y los demás apoyan o rechazan las propuestas de los panelistas. Una forma interesante para ellos es convertir este ejercicio como en una especie de talk show, en el que los participantes tienen una opinión, y el público también opina o pregunta, o en el juicio de alguna idea o persona de la historia. Una vez se ha pasado por esto, entonces se procede a la parte en la que ellos escriben sobre sí mismos. El tema de esta argumentación se cimenta en alguna creencia que ellos profesen, ya sea, religiosa, social, educativa, etc. La rúbrica, o plantilla que elijo en este caso tiene los siguientes acápites: 1. Explique en un párrafo en qué consiste esa creencia, 2. redacte una lista de razones por las que Ud. cree que eso es cierto, 3. cite una autoridad que apoye sus planteamientos, 4. ofrezca un ejemplo que ilustre positivamente eso que Ud. cree, 5. detalle consecuencias que ocurrirían de la gente no creer en eso, 6. resuelva los argumentos opuestos que Ud. cree que le pueden esgrimir. Como se dará cuenta el lector o la lectora, se abordan muchos espacios de la argumentación. En principio, el alumnado deberá definir con claridad la creencia, porque en muchas ocasiones ni siquiera saben bien qué es lo que creen. Nos sucedía eso en nuestro departamento con los estudiantes de maestría que venían donde nosotros a escribir una tesis y ni siquiera sabían qué era lo que querían probar. Más adelante se le pide que den razones para creer eso. He descubierto que en la mayoría de los casos no existen razones como no sea que es lo mismo que creían o creen sus padres. Así que ésta es muy buena oportunidad para enseñarles a pensar por sí mismos. Citar la autoridad supone buscar opiniones afines, y aquí sí se les puede permitir que salgan a la biblioteca, o que consulten a otras personas. Aprovecho esta parte del curso para decirles que en una monografía, o en un libro, o incluso en una presentación oral, la autoridad es crucial para establecer nuestra credibilidad con respecto a un tema. El ejemplo, por otra parte, nos remite a un aspecto de la redacción que debe quedar meridianamente claro, los conceptos abstractos se concretan con ejemplos. Debemos darles ejemplos a nuestra vez para que esto quede claro. Yo utilizo un ejemplo evangélico. Les doy la oración La fe mueve montañas. De ahí les ilustro con el episodio de la hemorroísa en el evangelio. Una mujer sufría de una hemorragia vaginal hacía 12 años. Los médicos la desahuciaron. Ella se enteró de que para su pueblo venía Jesús de Nazaret, el taumaturgo famoso de Galilea. Iría a verlo y le pediría que la curara. Cuando llegó, el gentío era tal que ella no podía llegar hasta Jesús y pedirle aquello. Pero pensó, “si llego hasta él y le toco aunque sea el manto, me curaré.” Y así lo hizo, cuando le tocó el manto a Jesús, después de haberse abierto paso entre la multitud, se curó. Jesús dijo, “alguien me ha tocado.” Sus discípulos le dijeron que era obvio que alguien lo tocara, habiendo tanta gente reunida allí. “No,” dijo Él, “sentí una virtud que salió de mí.” Entonces la mujer salió y le confesó que había sido ella. Él entonces le dijo, “vete en paz, tu fe te ha curado” (Mateo 9:20-22) . Para afianzarlos, les hago escribir un pequeño texto sobre una idea abstracta. Les leo la definición paulina del amor en I Corintios 13. Les insto entonces a escoger una de las características del amor y concretarla. De ahí en adelante, la idea de la concreción toma cuerpo en ellos. Los últimos dos aspectos, el de las consecuencias y los argumentos opuestos los uso para que vean cómo se puede persuadir a la gente cuando se le adelanta lo que pierde si no hace algo que le pedimos. También nos ayuda saber qué posibles argumentos tienen en contra de lo que les vamos a vender, o a tratar de convencer de que crean. Finalmente, después de lidiar con la creencia, les pido que reflexionen sobre qué han aprendido en este proceso. Les pido que resuman de alguna manera el escrito que han ido delineando a lo largo del semestre, y que ésa entonces será la conclusión de la autobiografía. Una vez que han terminado todos los modos discursivos, les digo cuál es el proyecto final. Es importante que vean entonces la relación que hay entre lo que han hecho y el producto final, que es la autobiografía. Les explico que todo ese material que han acumulado les servirá como referencia para el escrito. Una posible estructura para la autobiografía puede ser la siguiente: 1) parte de la descripción objetiva, como el nombre, la fecha de nacimiento y el lugar, 2) la anécdota del nacimiento, 3) la descripción de sus padres y de sus abuelos, 4) algo de su carácter, y aquí pueden insertar lo de la creencia, por aquello de que esto es parte de la descripción subjetiva, 5) algo de la niñez y la adolescencia, 6) pueden insertar más cosas sobre su descripción subjetiva y hablar de la cultura de la que proceden, 7) resumen, conclusión y aprendizaje en el proceso. Deben entregarme un escrito de tres páginas en el que resuman todas esas anécdotas, descripciones, explicaciones y creencias. Asimismo, deben escoger lo más significativo y dejar fuera todo aquello que crean inútil para el texto. Esto refuerza el concepto de edición, que hemos discutido al principio del curso. Como podemos ver, este tipo de trabajo resulta más gratificante para el estudiantado. Se evita el plagio, y los/as estudiantes pueden escribir con mayor autoridad sobre el tema. Nunca más he tenido la sorpresa de encontrarme el mismo título en la bibliografía, porque los libros son los mismos estudiantes, en una reflexión seria, humorística, divertida y académica de su propia existencia.

1 Responses to LA AUTOBIOGRAFÍA: TALLER DE REDACCIÓN Y “ASSESSMENT” PERSONAL

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